Cuidando de mí desde el otro lado de la ventana sin cristal.
Con la persiana siempre subida o dispuesta a elevarse.
Con la sonrisa desordenada dibujada entre el bosque de una barba pelirroja como el sol de otoño,
espesa como mi mente en invierno,
cálida como las mantas del pasado,
y oscura como el futuro venidero.