domingo, 20 de diciembre de 2009

Fuera de carta



Me gusta el olor a tostada en las mañanas tardías que pasan de las doce y diez. Me gusta pensar que mi tostada mental se enfriará pronto para dar paso a la sensatez de una buena ensalada. La ensalada es más seria y menos arriesgada, siempre fría y calculadora de planes exitosos, o al menos con un índice de riesgo más asequible. La ensalada es un cúmulo de asuntos mezclados, y aliñados con algo de sal -necesaria para no caer en la más profunda de las rutinas-, pimienta -por las alegrías que nunca vienen mal-, y ese acetato agrio que siempre acaba por pegar la patada en alguna esquina, pero que sin él, nuestro plato diario no sería más que un amasijo de acontecimientos sin forma y sin final.
El principal problema de las ensaladas, es que para muchos pueden resultar insuficientes, y se empeñan en añadirle aditivos para dar un empujón a lo que ellos consideran su día a día. Lo más común en los tiempos que corren, -y parace que esta tónica seguirá en años venideros-, es acompañar las ensalada con pasta. La pasta aparece en un principio como elemento complementario de mi yo y de tu yo... pero suele acabar por acaparar la situación para convertirse en la protagonista de los acontecimientos más dispares. Así bien, nos empeñamos en tomar pasta en las situaciones más diversas: pasta en los momentos serios, pasta para llenar nuestro ocio, pasta para ahogar las penas más miserables, y pasta, -como no-, para agradar a los demás. [...]




1 comentario:

  1. Esto me recuerda a la frase del otro día:
    Últimamente tomo mas té, por que el té es mas té de lo que el café soluble es al café!

    PD: El texto mola

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