domingo, 30 de enero de 2011

Untitled



Muerte, destrucción y azúcar por el suelo en contrapunto con la sangre seca de un corazón en huelga de latidos, reivindicando su parte del festín.
El egoísmo ajeno devoró la sensatez del córtex del cuerdo, y la bondad del alma del más bueno.
Lo blanco se tornó gris, y lo gris negro.
Los aullidos se escuchaban en cada una de las cuatrocientas esquinas del infierno.
Del averno de verdad, el del subsuelo; por qué viajar allí si yo tengo mi propio infierno.
- Late ya, te lo ruego.
- Para qué. No soy tan necio.


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