Cuidando de mí desde el otro lado de la ventana sin cristal.
Con la persiana siempre subida o dispuesta a elevarse.
Con la sonrisa desordenada dibujada entre el bosque de una barba pelirroja como el sol de otoño,
espesa como mi mente en invierno,
cálida como las mantas del pasado,
y oscura como el futuro venidero.
Sin quejas no hay paraiso
ResponderEliminarmátame
ResponderEliminarno, matar no... :(
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ResponderEliminarHallábase una sombra por rostro y la hojarasca por capa; miraba desde el hastío.
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